Despierto sintiendo una fatiga agobiante sobre el cuerpo,
pero el cansancio pasa a ser confusión al darme cuenta de que la superficie
bajo mi cuerpo es suave y que, definitivamente, no es el sitio donde me quedé
dormida hace algunas horas.
Abro los
ojos y me doy cuenta de que es una habitación.
El lugar está apenas iluminado por unos finos
rayos de sol que se cuelan por una ventana alta. He dormido sobre una cama
cómoda de sábanas cálidas y blancas. Después de un momento, me doy cuenta de
que el ambiente está invadido de un olor particular, parecido a lo que recuerdo
que huele un hospital: demasiado limpio y aséptico.
Despabilo
mis sentidos y, por alguna razón, me cuesta mantenerme concentrada, pero
finalmente caigo en cuenta de que no estoy sola, en una cama apenas a un metro
más allá de mí, hay un cuerpo que, por la respiración acompasada que mantiene,
es fácil adivinar que sigue durmiendo.
Reanudo mi
sentido de defensa y me incorporo bruscamente haciéndome hacia atrás aun en la
cama, alerta, y esperando cualquier cosa. Escucho atentamente intentando captar
algún sonido que me dé una pista o respuesta a una de las miles de preguntas
que se forman en mi cabeza, pero no hay otro sonido que el de mi corazón y el
de la respiración del otro lado de la habitación.
Me muevo
torpemente y me deshago de las sábanas que se enredaron en mis piernas al
dormir, me aparto de la cama y me pego a la pared buscando apoyo. No sé donde
estoy y eso me aterra.
Agudizo la
mirada y me doy cuenta de que el cuerpo relajado más allá de mí, es una chica,
lo adivino por su larga cabellera y sus facciones finas. La detallo con cuidado
y me acerco curiosamente unos pasos. Noto que está perfectamente acomodada
sobre la cama, sus manos descansan sobre su vientre delicadamente, las sábanas
que la cubren están intactas, como si no se hubiera movido ni un centímetro
desde hace demasiado. Tiene una apariencia etérea que me da mala espina, lo
único vivo en ella es la respiración, que hace subir y bajar su pecho
lentamente.
Me acerco
aún más, guiada por un instinto extraño que me conduce a investigar qué es lo
que tiene esa chica, y me doy cuenta de que lo que tengo enfrente es una
verdadera escena de hospital. De su pulcra mano sale un conducto muy fino, lo
sigo y me doy cuenta de que está conectada a algún tipo de suero. Entonces
caigo en cuenta de que quizá es eso lo que la mantiene imperturbable.
Me aparto
de nuevo y voy hasta la puerta, la abro con cautela apenas unos centímetros
asegurándome de que no haya nada afuera esperándome. Salgo de la habitación y
me encuentro con un largo pasillo iluminado.
Camino lo
más sigilosamente posible, moviéndome lento volteando hacia todos lados
eventualmente. Estos últimos días, sin nadie que me cuide las espaldas, he tenido
que aprender a valerme por mi misma y, en cierta manera, no lo veo tan malo,
pues me he hecho un poco menos inútil en eso de defenderme y ser precavida.
Hace una
semana y dos días exactos que no veo a Alex ni a ninguno de los otros del
grupo, no sé ni siquiera si piensan que he muerto o si siguen buscándome
siquiera. He intentado regresar al terreno de la noche en que me separé de
ellos siguiendo el río, pero siempre llego a un punto en el que es imposible
pasar por la cantidad de parásitos que hay arrejuntados.
La noche
anterior me he quedado profundamente dormida, efecto de haber suprimido las
horas de sueño. Tampoco fui tan tonta, me había acurrucado en un pequeño
recoveco en el que había estado trabajando: no muy profundo, pero lo bastante
escondido para pasar desapercibido o al menos eso había creído yo.
Llego al
final del pasillo y me topo con un salón, uno amplio donde tres hombres están
sentados en una mesa redonda que reposa en el centro, ninguno se gira para
verme, así que retrocedo intentando pensar rápido. Evalúo las posibilidades y
concluyo que tres contra uno no me deja ni la más mínima posibilidad de salir
victoriosa.
Evalúo las
posibilidades y concluyo que tres contra uno no me deja ni una mínima
posibilidad de salir victoriosa. Entonces, por algún impulso interno, me
levanto y los enfrento.
—Hola—saluda uno, el mayor, al
levantar la mirada y verme observándolos con cautela.
— ¿Dónde estoy?—pregunto en
respuesta, ignorando completamente su saludo.
—En nuestra casa—responde otro
arrugando el ceño, como evaluándome—Te encontramos durmiendo en un agujero en
la tierra, bueno, en realidad te encontró una de esas cosas, fue quien nos guió
hasta ti.
Un escalofrío me recorre la
espalda al recordar la terrible sensación del aliento putrefacto y frío cerca
de mi piel. E inmediatamente, me siento mareada, pero no estoy segura de que
sea el recuerdo.
—Ah, lo siento. Tuvimos que
sedarte, deben ser los efectos secundarios—me aclara el primero que ha hablado
y sus ojos cafés son tan brillantes que podría jurar que de verdad lo siente—Es
que no podíamos sacarte gritando y pateando de ahí.
—Me drogaron—apunto y,
repentinamente, el mareo se va casi tan rápido como ha aparecido—La chica…
—pregunto recordando a mi compañera de habitación.
—Es Cambryn—responde el único que
hasta ahora no había hablado, pero no dicen nada más.
—Debo irme—digo después de un
momento sintiendo que aquel asunto de chicas drogadas ya es demasiado raro.
—No puedes.
Y ahí mis sentidos se ponen
alerta, me echo hacia atrás poniéndolos alertas también a ellos. Busco
desesperadamente una salida, pero me doy cuenta de que las ventanas están
bloqueadas. Me siento atrapada, de nuevo, como un ratón en una ratonera que
busca tempestuosamente la forma de huirle a la muerte.
Entonces, siento el pinchazo y me
desvanezco en cuestión de segundos.
GARRETT
Despierto
bañado en sudor frío que me recorre generándome un escalofrío por todo el
cuerpo, mi respiración es agitada y mi mente viaja vertiginosa por los caminos
oscuros que ha recorrido durante el sueño. Me sacudo intentando apartar lejos
la pesadilla, me levanto y busco desesperadamente la botella con agua que he
dejado a un lado de la almohada.
Amy, Amy,
Amy. Mi corazón marca el paso y es el lo único que puedo pensar mientras mi
garganta se va aclarando. Su rostro infantil, temeroso, recorre
persistentemente mi cabeza nublando mi lucidez. La veo corriendo, intentando
escapar y, finalmente, muriendo antes mis ojos, perdiendo el aliento,
diciéndome que he llegado, de nuevo, demasiado tarde.
El rostro
de Amy se envuelve con el de Jill, mi hermana, dos pares de ojos azul brillante
escondidos bajo una fina capa opaca de miedo. Es un extraño tapiz y, de pronto,
todo se vuelve confuso e insoportable. Ya había perdido a Jill, mi familia, le
había fallado a ella y estaba decidido a que la historia no volviera a
repetirse.
Pienso en
aprovechar la última media hora que me queda para dormir, no en volver a
intentar conciliar el sueño sino en simplemente en recuperarme mentalmente,
pero permanecer ahí, quieto y dentro de un automóvil, me hace sentirme
claustrofóbico.
Me pongo
una chamarra abrigadora encima de mi sucia sudadera azul y le hago frente a la
mañana que me espera afuera.
En el cielo
se han descolorado las estrellas, todo es tonos anaranjados y ocres: está
amaneciendo. Nos hemos quedado cerca del río, así que lo que tengo enfrente es
un hermoso paisaje: la montaña de fondo y la luz reflejada en el agua. Un
espejismo.
Aterrizo mi
mirada en algo más cercano: mi realidad.
Lo primero
que con lo que me topo es una discusión y no puedo evitar poner los ojos en
blanco al ver las mejillas sonrojadas por la rabia de Soane frente a la volátil
cabellera roja de Pamela.
La imagen
me hace añorar los días de paz con Amy y Giselle, y, sin poder evitarlo, mis
pensamientos se quedan estancados en el último nombre, haciéndome imposible no
rememorar la manera violenta en la que la chica rubia había muerto intentando
dar a luz y en lo triste, desesperanzador y trágico, que había sido tener que
sostener al pequeño recién nacido, verlo abrir curiosamente los ojos y después
verlo también dejar de respirar.
La silueta
de Pamela cubre por completo la fina y diminuta figura de Soane, mientras ambas
parecen estar a nada de perder los estribos.
Giro la cabeza
y encuentro la mirada descolocada de Alex, perdido en sus pensamientos,
abatido. Pienso en mi amigo con pesar y mentalmente hago el recuento de los
días que han pasado desde que Amy desapareció y concluyo que, lo que a mí me ha
parecido una eternidad, han sido sólo una semana y un par de días.
Esa noche
desastrosa junto al río habíamos perdido demasiadas personas. El pequeño Jesse
había quedado atrapado en la camioneta dónde dormía a merced de un devorador
que lo consumió por completo y Chaim, un chico con el que nunca había hablado,
había caído a causa de una bala perdida en la oscuridad. Después de que todo se
calmara nos dimos cuenta de que Amy no estaba y rápidamente habíamos comenzado
a buscarla, resueltos a no dejarla atrás, ahí fue cuando perdimos a Philip y
Graham, quienes, cansados de tantas desgracias, habían decidido ir por su
cuenta y no perder tiempo. Así, habíamos quedado sólo seis.
Dos días y
medio después, encontramos a la pelirroja irlandesa vagando por entre los
matorrales. Catalogar a Pamela me había resultado demasiado difícil. A primera
vista era una chica indefensa con mala suerte que se había quedado
completamente sola, pero una inspección más detallada me había dejado claro que
era una persona de temer: inalterable, letal y católica.
Todos nos
habíamos adaptado a su presencia sigilosa y ella a nuestro simple, y siempre al
borde del desastre, modo de vida. Bueno, todos menos Soane.
— ¡Maldita sea! ¡Monja
desquiciada!—rezonga Soane con sus intensos ojos azules vueltos fuego, pasando
a mi lado con paso firme.
—No te pierdas, ya tengo
suficiente con una desaparecida—le recalca Marco en tono demandante cuando la
muchacha se entremete entre algunos matorrales, a lo que ella le responde
mostrándole el dedo corazón con sátira—Nadie me dijo que en el fin del mundo
tendría que lidiar adolescentes—protesta Marco y de repente me parece que ha
envejecido diez años en los últimos días.
Continúo caminando intentando
ignorar el drama y me reúno con Pamela y Zachary, quienes revisan
cuidadosamente un mapa bastante grande desdoblado sobre el capo de uno de los
autos.
—Esto sería diez veces más fácil
con un mapa de la zona—comenta Zac pasándose las manos por entre el cabello
efusivamente.
—Hay que trabajar con lo que se
tiene—comenta la chica concentrada—Si dices que fue al sur, entonces no puede
estar muy lejos de aquí—murmura señalando direcciones con su dedo sobre el
plano. Dudo que se haya apartado demasiado.
—Claro, sabe que estamos
buscándola—comento en respuesta y la pelirroja levanta la mirada—Seguro no se
atrevió siguiera a cruzar la barrera de… cosas. Debe estar apenas del otro
lado—agrego mirando el mapa también.
—Entonces crucemos—concluye
Pamela con un suspiro mientras sujeta distraídamente la cruz que lleva colgada
al cuello—Y esperemos a llegar vivos del otro lado.
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*Para mi sista Sag, aunque haya pervertido mi pequeña e inocente mentecita en este 2012*
¡Hola, cerecitas del mundo (si si ando muuuy cursi)! Lamento mucho haberme ausentado, no tengo excusa porque realmente he estado de vacaciones... Pero sinceramente me la he pasado de lo lindo disfrutando de mis vacaciones :D ¿Qué he hecho? Realmente nada.. pero eso es lo bonito porque nunca tengo tiempo de hacer nada >.<
Ok, quiero mandarles a todos un fuerte abrazo de feliz año nuevo... Espero que este 2013 sea grandioso y les traiga muchos buenos ratos. Yo estoy feliz por haber podido pasar otro año aquí, por las nuevas personas que conocí, las nuevas historias y los momentos inolvidables que hicieron de este año buenísimo.
Hubiera deseado traerles una bonita historia navideña, pero yo soy muy Grinch >.< Así que mejor decidí que el 2013 haré cosas nuevas en el blog...!! Veremos qué se me ocurre.
Hasta el próximo año
~ByCherry~
"NO TE RINDAS....
PORQUE CADA DIA ES UN COMIENZO NUEVO,
PORQUE ESTA ES LA HORA Y EL MEJOR MOMENTO,
POR QUE NO ESTAS SOLO
PORQUE CADA DIA ES UN COMIENZO NUEVO,
PORQUE ESTA ES LA HORA Y EL MEJOR MOMENTO,
POR QUE NO ESTAS SOLO
PORQUE YO TE QUIERO"
Mario Benedetti