jueves, 23 de agosto de 2012

Capítulo Dos "Pesadillas"


Trepo por la pequeña escalerilla que descansa en uno de los costados del cobertizo, no es lo bastante larga, pero mínimamente me ayudará con la mitad del camino. Cuando estoy lo bastante alto, tomo de asidero la orilla del techo y me impulso hasta dejar la mitad de mi cuerpo por encima de la madera, me balanceo un par de veces y logro, en un movimiento, pasar mi pierna junto con el resto de mi cuerpo, hasta que, finalmente, estoy arriba.
            Me arrastro por la superficie y consigo clavarme algunas astillas en la palma de mi mano derecha durante el proceso, pero lo ignoro. Llego justo a la mitad del techo de aquel pequeño almacén y me dejo caer boca abajo un par de minutos para recuperar el aliento.
De a poco mi corazón recupera su ritmo normal y entonces tanteo la extensión de la madera y me relajo casi al instante cuando logro sentir las pequeñas marcas que, poco a poco, he ido dejando ahí como un pequeño recordatorio de todo lo que me ha pasado en los últimos años.
Levanto mi cuerpo y me apoyo sobre los codos para poder leer. Sí, ahí están los nombres de mi padre, mi madre y mi hermana junto con su fecha de defunción cada uno. También está el nombre de Jill, y el de cada uno de los amigos y familiares que fui perdiendo a causa de esta locura de realidad. Al lado de cada nombre está una frase, una canción, un algo que me hace recordarlos. Muy masoquista de mi parte, pero eso de los cementerios ha dejado de existir hace ya un tiempo.
Tomo el puntiagudo abre sobres que descansa en el bolsillo trasero de mis jeans y, empuñándolo con fuerza, tanta que puedo ver como mis nudillos se ponen pálidos, comienzo a tallar los nombres William y Julian. Mis trazos son desprolijos, pero aun así intento llevar a cabo la tarea con cuidado.
Me lleva poco más de media hora terminar de tallar, pero cuando lo hago doy un último vistazo a la lista antes de suspirar profundamente y recostarme boca arriba.
Me doy cuenta de que los últimos rayos de sol cubren mi cara, apenas soy capaz de disfrutarlos un par de minutos, pues desaparecen dando paso a un cielo nocturno sin estrellas y sin luna. Con la noche viene también el frío y, sin apenas notarlo, comienzo a tiritar.
Escucho mi nombre repicar a lo lejos y tardo un par de segundos en reaccionar, pues estoy a punto de quedarme dormida y ese efecto no me deja diferenciar la realidad de mis paranoias personales. Ahí es cuando sé que cansancio y la montaña rusa de emociones  que me invaden no van a ser mis mejores aliados esta noche en mi intento de evitar las pesadillas.
Tomo un profundo suspiro, que espero me dure hasta que poder volver a ver el sol nacer tras el horizonte, antes de comenzar a moverme con parsimonia de regreso al edificio central.
El refugio, por la necesidad de tener que albergar a tanta gente, es de dimensiones impresionantes. Si era difícil mantenerlo funcionando con unos cuantos miles de personas, entre veintidós, ahora veinte, se convirtió en una tarea imposible. Así que, para fines prácticos, nos limitamos a usar sólo un edificio y una de las cuatro torres de vigilancia.
Además tenemos varios metros cuadrados para cultivos de vegetales y árboles frutales; un pozo subterráneo que nos otorga toda el agua que utilizamos y un almacén medio lleno de cosas que hemos ido recolectando. En resumen, no podemos quejarnos.
— ¿Amy, dónde estabas?—pregunta una voz cálida que sale repentinamente de entre las sombras de la noche y no puedo evitar pegar un chillido agudo—Lo siento, no quería asustarte. Olvidé que eres la persona más nerviosa de por aquí—comenta con una risita.
—Helen—respondo en reconocimiento y la mujer me hace señas para que me apresure a entrar en el edificio, así lo hago y ella entra detrás de mí.
Me quito las desgastadas converse azules y camino en calcetines hasta llegar a la habitación de los sillones dónde todavía permanecen Garrett y Alex. Ambos siguen sentados y observan atentos la única televisión que tenemos en el refugio. Lo que ven es una película, de las últimas que lograron salir antes de que todo el mundo colapsara.
A pesar de tener su facha de tranquilidad, los conozco y, por la manera en que sus ojos parecen perderse en el infinito, sé que la conversación que han tenido con Josh ha llegado a conclusiones alarmantes.
“Hola” articula Alex con los labios al levantar la mirada y verme ahí, contemplándolos. Le sonrío, pero antes de contestar Helen me llama desde la habitación contigua, una amplia y de paredes blancas que nos sirve de cocina comedor, así que atiendo al llamado.
—Tengo una sorpresa para ti—dice la mujer mientras se mueve lentamente hasta la puerta de uno de los refrigeradores, rebusca un momento dentro y termina extrayendo un bol de metal que pone en la mesa—Sé que te encantan, Alex me lo dijo.
Me acerco con cautela y no puedo evitar sonreír al ver las apetitosas uvas verdes que descansan en el fondo del bol. Levanto la vista como buscando autorización y Helen me la da con una mirada, entonces no hace falta más para que tome una uva y me la lleve lentamente a la boca.
Siento cómo se rompe la cascara y cómo el sabor dulce deleita mis papilas gustativas.
—Tómalo como una gratificación por arriesgar tu vida por nosotros—comenta en apenas un susurro.
— ¿Cómo hiciste?—pregunto intentando cambiar el tema, pero con cierta curiosidad mientras tomo entre mis dedos otra uva.
—Las uvas jamás han salido de las tiendas de comestibles, niña—responde y por un momento pienso que suena igual que mi abuela. —La tierra puede darnos de todo si sabemos trabajarla—continúa sonriendo al verme degustar lentamente. Saca sus guantes de jardinería cubiertos de tierra del interior de un bolsillo y me los muestra para enfatizar su frase. Después  de unos segundos observándome se retira a dormir, dejándome sola.
Tomo el tazón entre mis manos y camino sosteniéndolo como si fuera un pequeño tesoro, mi tesoro. Me dejo caer en uno de los sofás, a lo que mis músculos me agradecen y se relajan casi instantáneamente. Después de un rato, el aroma ligero a uvas llama la atención de mis dos acompañantes y no puedo negarme a compartir mi fortuna con ellos.
—Tú y yo debemos hablar, Amy—comenta Alex como quien no quiere la cosa y sé que estoy en problemas, así que lo dejo continuar sin hacer ningún comentario, sin siquiera respirar—Encontré las pastillas para dormir—sigo sin dar señales y él continua—No puedes seguir tomándolas.
—No, no lo haré.
Me mira extrañado por lo fácil que ha sido, ya que, seguramente, esperaba mucha más batalla de alguien que prácticamente depende de los somníferos. Y sin duda la hubiera presentado, pero sé que tomarlos en este momento sería como condenarme al mundo de las pesadillas sin oportunidad alguna de escape.
Alex se levanta y se va casi al instante, lo veo cojear por el pasillo y no puedo evitar pensar qué sería de mí si lo perdiera. Mi pregunta se contesta casi instantáneamente: nada, estaría demasiado escasa de razones para seguir viviendo.
Me obligo a sacudir mi cabeza con fuerza para expulsar de mi mente aquellos pensamientos, entonces me doy cuenta de que Garrett me mira fijamente.
— ¿Qué sucede?—pregunto aliviada de tener una excusa para alejar mis preocupaciones.
—Nada, sólo… No, nada. Buenas noches—dice levantándose y caminando firmemente en dirección a su habitación.
Buenas noches, claro.
Regreso mi mirada al televisor, termino el bol de uvas y con ellas se va también la sentimiento de seguridad que había estado acompañándome en la oscuridad y, repentinamente, vuelvo a tener cuatro años y vuelvo a tenerle miedo a la negrura que reina a mi alrededor.
Una idea asalta a mi mente y sonrío al pensar en que hay otra persona que debe estar en vela esta noche. Me levanto y echo a correr por el pasillo en dirección al elevador de puertas plateadas que me subirá unos cuantos metros hasta la torre de vigilancia.
La torre está construida en forma de un círculo perfecto con un perímetro de cristal reforzado. Hay pantallas de monitoreo y un panel que permite revisar toda la inmensidad del refugio sin necesidad de moverse. Sin embargo, no todos los artilugios funcionan, algunos de ellos han sido desconectados apropósito y otros han dejado de funcionar o se han dañado permanentemente a causa del tiempo.
Por otro lado, lo de las guardias de vigilancia es una formalidad que jamás se ha cuestionado, pero que todos consideramos innecesaria, ya que estando dentro de capas y capas de acero, y quién sabe que otros materiales indestructibles más, la probabilidad de que alguien o algo entre es de una en un millón.
—Pensé que estarías cansada—llama una voz de mi realidad y me doy cuenta de que hace rato que las puertas del ascensor se han abierto.
—No puedo dormir—acepto sin moverme ni un centímetro al ver de quién provine aquella voz.
—Lo imaginé y por eso insistí en estar aquí esta noche, así mínimo nos haremos compañía—dice el chico y me anima a acercarme.
Mark es de las pocas personas con las que hablo dentro del refugio, su personalidad está diseñada para que ignorarlo sea una tarea imposible. Es una persona de lo más sencilla, con él no hay nada de vacios existenciales ni complicaciones y es por eso que me agrada.
Nos sentamos frente a frente en los cómodos divanes que hay en la habitación y comenzamos a charlar de puras trivialidades intentando matar el tiempo. Reímos un rato y, de repente, entre un comentario y otro, algo en la mirada de Mark cambia y no puedo evitar esquivar sus intensos ojos verdes.
Me concentro en el agua que corre por la ventana y que, poco a poco, empaña el vidrio hasta nublar por completo el panorama. Mark comienza a decir algo, pero no me preocupo por escucharlo.
No soy capaz de escuchar los pasos que se acercan en mi dirección hasta que están demasiado cerca, Mark se acomoda a mi lado y coloca con cuidado mi cabeza en sus piernas al mismo tiempo que roza mi rostro con la punta de sus dedos. De alguna manera su gesto, en vez de consolarme, me causa escalofríos y no puedo evitar rehuir el tacto casi al instante.
El chico acorta la distancia sin importarle mi rechazo y, en cuestión de segundos, puedo sentir sus labios sobre los míos. Sus brazos me reacomodan sin dificultad hasta quedar sentada sobre sus piernas mientras su labios se mueven rítmicamente intentado hacer reaccionar los míos, pero, por alguna razón, ni lo evito ni lo acepto por completo, sólo me dejo hacer.
Sus manos sujetan con firmeza mi cintura y, a pesar de estar completamente sumida en mis pensamientos, no es difícil adivinar el sentido que están tomando los suyos. Pero en ése momento no me importa y entrelazo mis manos en su cabello rizado por puro instinto.
Cuando apenas estoy acoplándome a la situación, una alarma se activa con un pequeño pitido que me sobresalta.
— ¿Qué fue eso?
—Seguro un animal—responde el chico intentando volver a besarme y logrando con sus movimientos volver a tocar mis labios.
Parece decidido y cierra aun más nuestro abrazo, cómo si necesitara sentir que en realidad estaba ahí, con él, compartiendo ese momento que, en cada instante que pasaba, me aceleraba la respiración.
Pero antes de profundizar del todo y dejarnos llevar por la adrenalina, otra alarma se activa y esta vez es él quien me aparta ligeramente.
Por el ventanal no se distingue nada entre la niebla y la oscuridad de la noche, así que Mark se levanta y recurre a darles un vistazo a las cámaras de seguridad mientras, paulatinamente, regresa a mí la cordura.
Él analiza cada imagen con profesionalismo mientras yo observo por encima de su hombro como las imágenes pasan rápidamente y, en el momento menos esperado se detiene en una…
Ahí, frente a mis ojos, saliendo de entre las sombras y la seguridad de los árboles, los cuerpos van atravesando el campo raso que se encuentra justo enfrente del refugio. Están ahí, a unos metros de la puerta principal y no es uno ni dos, son mínimamente cientos.
Doy unos pasos hacia atrás y tropiezo hasta caer contra el suelo donde me encojo intentando convencerme de que no está pasando, de que no puedo tener tan mala suerte.
— ¡Par de idiotas, los han traído hasta aquí!—gruñe Mark en mi dirección y después sale de la habitación dando gritos de alarma que no tardan en hacer efecto en todo el lugar. Yo permanezco inmóvil en el suelo escuchando cómo, una a una, las alarmas se unen en coro hasta formar un pitido constante y fuerte que me taladra la cabeza.
            Entonces caigo en cuenta de que ya no es suficiente eludir el sueño, que ahora mis pesadillas han conseguido un pase directo a mi realidad. 
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*Para el ángel de Reedus que leerá este capítulo, para esa castingnera perfecta que le ha dado una imagen a los personajes de esta historia, porque nosotros amamos a Judas... Este está dedicado a Pame*

Hola, chicos y chicas del mundo. Bueno, espero que les guste este capítulo porque aquí es cuando inicia lo interesnate en esta historia que tan bienvenida ha sido por todos ustedes. Gracias por sus comentarios tanto aquí como por msn o cualquier otra vía por la que nos comunicamos.
He estado pensando en ponerles las fotitos de mis personajes, pero me lo he pensado mucho porque me agrada que se los imaginen ustedes a su gusto y les den vida ahí en sus cabecitas. Sin embargo, creo que ya sea en esta pestaña que hay arriba con el nombre de la historia o en mi cuenta en Wattpad (@ByCherry) les estaré mostrando al menos algunos rostros.
Espero que pasen un buen viernes y fin de semana.
Cherry