Trepo por la pequeña escalerilla
que descansa en uno de los costados del cobertizo, no es lo bastante larga,
pero mínimamente me ayudará con la mitad del camino. Cuando estoy lo bastante
alto, tomo de asidero la orilla del techo y me impulso hasta dejar la mitad de
mi cuerpo por encima de la madera, me balanceo un par de veces y logro, en un
movimiento, pasar mi pierna junto con el resto de mi cuerpo, hasta que,
finalmente, estoy arriba.
Me arrastro
por la superficie y consigo clavarme algunas astillas en la palma de mi mano
derecha durante el proceso, pero lo ignoro. Llego justo a la mitad del techo de
aquel pequeño almacén y me dejo caer boca abajo un par de minutos para
recuperar el aliento.
De a poco mi corazón recupera su
ritmo normal y entonces tanteo la extensión de la madera y me relajo casi al
instante cuando logro sentir las pequeñas marcas que, poco a poco, he ido
dejando ahí como un pequeño recordatorio de todo lo que me ha pasado en los
últimos años.
Levanto mi cuerpo y me apoyo
sobre los codos para poder leer. Sí, ahí están los nombres de mi padre, mi
madre y mi hermana junto con su fecha de defunción cada uno. También está el
nombre de Jill, y el de cada uno de los amigos y familiares que fui perdiendo a
causa de esta locura de realidad. Al lado de cada nombre está una frase, una
canción, un algo que me hace recordarlos. Muy masoquista de mi parte, pero eso
de los cementerios ha dejado de existir hace ya un tiempo.
Tomo el puntiagudo abre sobres
que descansa en el bolsillo trasero de mis jeans y, empuñándolo con fuerza,
tanta que puedo ver como mis nudillos se ponen pálidos, comienzo a tallar los
nombres William y Julian. Mis trazos son desprolijos, pero aun así intento
llevar a cabo la tarea con cuidado.
Me lleva poco más de media hora
terminar de tallar, pero cuando lo hago doy un último vistazo a la lista antes
de suspirar profundamente y recostarme boca arriba.
Me doy cuenta de que los últimos
rayos de sol cubren mi cara, apenas soy capaz de disfrutarlos un par de
minutos, pues desaparecen dando paso a un cielo nocturno sin estrellas y sin
luna. Con la noche viene también el frío y, sin apenas notarlo, comienzo a
tiritar.
Escucho mi nombre repicar a lo
lejos y tardo un par de segundos en reaccionar, pues estoy a punto de quedarme
dormida y ese efecto no me deja diferenciar la realidad de mis paranoias
personales. Ahí es cuando sé que cansancio y la montaña rusa de emociones que me invaden no van a ser mis mejores
aliados esta noche en mi intento de evitar las pesadillas.
Tomo un profundo suspiro, que
espero me dure hasta que poder volver a ver el sol nacer tras el horizonte,
antes de comenzar a moverme con parsimonia de regreso al edificio central.
El refugio, por la necesidad de
tener que albergar a tanta gente, es de dimensiones impresionantes. Si era
difícil mantenerlo funcionando con unos cuantos miles de personas, entre
veintidós, ahora veinte, se convirtió en una tarea imposible. Así que, para
fines prácticos, nos limitamos a usar sólo un edificio y una de las cuatro
torres de vigilancia.
Además tenemos varios metros
cuadrados para cultivos de vegetales y árboles frutales; un pozo subterráneo
que nos otorga toda el agua que utilizamos y un almacén medio lleno de cosas
que hemos ido recolectando. En resumen, no podemos quejarnos.
— ¿Amy, dónde estabas?—pregunta
una voz cálida que sale repentinamente de entre las sombras de la noche y no
puedo evitar pegar un chillido agudo—Lo siento, no quería asustarte. Olvidé que
eres la persona más nerviosa de por aquí—comenta con una risita.
—Helen—respondo en reconocimiento
y la mujer me hace señas para que me apresure a entrar en el edificio, así lo
hago y ella entra detrás de mí.
Me quito las desgastadas
converse azules y camino en calcetines hasta llegar a la habitación de los
sillones dónde todavía permanecen Garrett y Alex. Ambos siguen sentados y
observan atentos la única televisión que tenemos en el refugio. Lo que ven es
una película, de las últimas que lograron salir antes de que todo el mundo
colapsara.
A pesar de tener su facha de
tranquilidad, los conozco y, por la manera en que sus ojos parecen perderse en
el infinito, sé que la conversación que han tenido con Josh ha llegado a
conclusiones alarmantes.
“Hola” articula Alex con los
labios al levantar la mirada y verme ahí, contemplándolos. Le sonrío, pero
antes de contestar Helen me llama desde la habitación contigua, una amplia y de
paredes blancas que nos sirve de cocina comedor, así que atiendo al llamado.
—Tengo una sorpresa para ti—dice
la mujer mientras se mueve lentamente hasta la puerta de uno de los
refrigeradores, rebusca un momento dentro y termina extrayendo un bol de metal
que pone en la mesa—Sé que te encantan, Alex me lo dijo.
Me acerco con cautela y no puedo
evitar sonreír al ver las apetitosas uvas verdes que descansan en el fondo del
bol. Levanto la vista como buscando autorización y Helen me la da con una
mirada, entonces no hace falta más para que tome una uva y me la lleve
lentamente a la boca.
Siento cómo se rompe la cascara y
cómo el sabor dulce deleita mis papilas gustativas.
—Tómalo como una gratificación
por arriesgar tu vida por nosotros—comenta en apenas un susurro.
— ¿Cómo hiciste?—pregunto
intentando cambiar el tema, pero con cierta curiosidad mientras tomo entre mis
dedos otra uva.
—Las uvas jamás han salido de las
tiendas de comestibles, niña—responde y por un momento pienso que suena igual
que mi abuela. —La tierra puede darnos de todo si sabemos trabajarla—continúa sonriendo
al verme degustar lentamente. Saca sus guantes de jardinería cubiertos de
tierra del interior de un bolsillo y me los muestra para enfatizar su frase. Después
de unos segundos observándome se retira
a dormir, dejándome sola.
Tomo el tazón entre mis manos y
camino sosteniéndolo como si fuera un pequeño tesoro, mi tesoro. Me dejo caer
en uno de los sofás, a lo que mis músculos me agradecen y se relajan casi instantáneamente.
Después de un rato, el aroma ligero a uvas llama la atención de mis dos
acompañantes y no puedo negarme a compartir mi fortuna con ellos.
—Tú y yo debemos hablar,
Amy—comenta Alex como quien no quiere la cosa y sé que estoy en problemas, así
que lo dejo continuar sin hacer ningún comentario, sin siquiera
respirar—Encontré las pastillas para dormir—sigo sin dar señales y él
continua—No puedes seguir tomándolas.
—No, no lo haré.
Me mira extrañado por lo fácil
que ha sido, ya que, seguramente, esperaba mucha más batalla de alguien que
prácticamente depende de los somníferos. Y sin duda la hubiera presentado, pero
sé que tomarlos en este momento sería como condenarme al mundo de las
pesadillas sin oportunidad alguna de escape.
Alex se levanta y se va casi al
instante, lo veo cojear por el pasillo y no puedo evitar pensar qué sería de mí
si lo perdiera. Mi pregunta se contesta casi instantáneamente: nada, estaría
demasiado escasa de razones para seguir viviendo.
Me obligo a sacudir mi cabeza con
fuerza para expulsar de mi mente aquellos pensamientos, entonces me doy cuenta
de que Garrett me mira fijamente.
— ¿Qué sucede?—pregunto aliviada
de tener una excusa para alejar mis preocupaciones.
—Nada, sólo… No, nada. Buenas
noches—dice levantándose y caminando firmemente en dirección a su habitación.
Buenas noches, claro.
Regreso mi mirada al televisor,
termino el bol de uvas y con ellas se va también la sentimiento de seguridad
que había estado acompañándome en la oscuridad y, repentinamente, vuelvo a
tener cuatro años y vuelvo a tenerle miedo a la negrura que reina a mi
alrededor.
Una idea asalta a mi mente y
sonrío al pensar en que hay otra persona que debe estar en vela esta noche. Me
levanto y echo a correr por el pasillo en dirección al elevador de puertas
plateadas que me subirá unos cuantos metros hasta la torre de vigilancia.
La torre está construida en forma
de un círculo perfecto con un perímetro de cristal reforzado. Hay pantallas de
monitoreo y un panel que permite revisar toda la inmensidad del refugio sin
necesidad de moverse. Sin embargo, no todos los artilugios funcionan, algunos
de ellos han sido desconectados apropósito y otros han dejado de funcionar o se
han dañado permanentemente a causa del tiempo.
Por otro lado, lo de las guardias
de vigilancia es una formalidad que jamás se ha cuestionado, pero que todos
consideramos innecesaria, ya que estando dentro de capas y capas de acero, y
quién sabe que otros materiales indestructibles más, la probabilidad de que
alguien o algo entre es de una en un millón.
—Pensé que estarías cansada—llama
una voz de mi realidad y me doy cuenta de que hace rato que las puertas del
ascensor se han abierto.
—No puedo dormir—acepto sin
moverme ni un centímetro al ver de quién provine aquella voz.
—Lo imaginé y por eso insistí en
estar aquí esta noche, así mínimo nos haremos compañía—dice el chico y me anima
a acercarme.
Mark es de las pocas personas con
las que hablo dentro del refugio, su personalidad está diseñada para que
ignorarlo sea una tarea imposible. Es una persona de lo más sencilla, con él no
hay nada de vacios existenciales ni complicaciones y es por eso que me agrada.
Nos sentamos frente a frente en
los cómodos divanes que hay en la habitación y comenzamos a charlar de puras
trivialidades intentando matar el tiempo. Reímos un rato y, de repente, entre
un comentario y otro, algo en la mirada de Mark cambia y no puedo evitar
esquivar sus intensos ojos verdes.
Me concentro en el agua que corre
por la ventana y que, poco a poco, empaña el vidrio hasta nublar por completo
el panorama. Mark comienza a decir algo, pero no me preocupo por escucharlo.
No soy capaz de escuchar los
pasos que se acercan en mi dirección hasta que están demasiado cerca, Mark se
acomoda a mi lado y coloca con cuidado mi cabeza en sus piernas al mismo tiempo
que roza mi rostro con la punta de sus dedos. De alguna manera su gesto, en vez
de consolarme, me causa escalofríos y no puedo evitar rehuir el tacto casi al
instante.
El chico acorta la distancia sin
importarle mi rechazo y, en cuestión de segundos, puedo sentir sus labios sobre
los míos. Sus brazos me reacomodan sin dificultad hasta quedar sentada sobre
sus piernas mientras su labios se mueven rítmicamente intentado hacer
reaccionar los míos, pero, por alguna razón, ni lo evito ni lo acepto por
completo, sólo me dejo hacer.
Sus manos sujetan con firmeza mi
cintura y, a pesar de estar completamente sumida en mis pensamientos, no es difícil
adivinar el sentido que están tomando los suyos. Pero en ése momento no me
importa y entrelazo mis manos en su cabello rizado por puro instinto.
Cuando apenas estoy acoplándome a
la situación, una alarma se activa con un pequeño pitido que me sobresalta.
— ¿Qué fue eso?
—Seguro un animal—responde el chico
intentando volver a besarme y logrando con sus movimientos volver a tocar mis
labios.
Parece decidido y cierra aun más
nuestro abrazo, cómo si necesitara sentir que en realidad estaba ahí, con él,
compartiendo ese momento que, en cada instante que pasaba, me aceleraba la respiración.
Pero antes de profundizar del
todo y dejarnos llevar por la adrenalina, otra alarma se activa y esta vez es
él quien me aparta ligeramente.
Por el ventanal no se distingue
nada entre la niebla y la oscuridad de la noche, así que Mark se levanta y recurre
a darles un vistazo a las cámaras de seguridad mientras, paulatinamente,
regresa a mí la cordura.
Él analiza cada imagen con
profesionalismo mientras yo observo por encima de su hombro como las imágenes
pasan rápidamente y, en el momento menos esperado se detiene en una…
Ahí, frente a mis ojos, saliendo
de entre las sombras y la seguridad de los árboles, los cuerpos van atravesando
el campo raso que se encuentra justo enfrente del refugio. Están ahí, a unos
metros de la puerta principal y no es uno ni dos, son mínimamente cientos.
Doy unos pasos hacia atrás y
tropiezo hasta caer contra el suelo donde me encojo intentando convencerme de
que no está pasando, de que no puedo tener tan mala suerte.
— ¡Par de idiotas, los han traído
hasta aquí!—gruñe Mark en mi dirección y después sale de la habitación dando
gritos de alarma que no tardan en hacer efecto en todo el lugar. Yo permanezco
inmóvil en el suelo escuchando cómo, una a una, las alarmas se unen en coro hasta
formar un pitido constante y fuerte que me taladra la cabeza.
Entonces
caigo en cuenta de que ya no es suficiente eludir el sueño, que ahora mis
pesadillas han conseguido un pase directo a mi realidad.
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*Para el ángel de Reedus que leerá este capítulo, para esa castingnera perfecta que le ha dado una imagen a los personajes de esta historia, porque nosotros amamos a Judas... Este está dedicado a Pame*
Hola, chicos y chicas del mundo. Bueno, espero que les guste este capítulo porque aquí es cuando inicia lo interesnate en esta historia que tan bienvenida ha sido por todos ustedes. Gracias por sus comentarios tanto aquí como por msn o cualquier otra vía por la que nos comunicamos.
He estado pensando en ponerles las fotitos de mis personajes, pero me lo he pensado mucho porque me agrada que se los imaginen ustedes a su gusto y les den vida ahí en sus cabecitas. Sin embargo, creo que ya sea en esta pestaña que hay arriba con el nombre de la historia o en mi cuenta en Wattpad (@ByCherry) les estaré mostrando al menos algunos rostros.
Espero que pasen un buen viernes y fin de semana.
Cherry